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El Fiasco del Día de la Madre

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Les tengo que compartir lo que ha sido mi peor experiencia en la cocina. Creo que necesito terapia.

Tenía planeada una reunión para el Día de la Madre en el apartamento, mi mamá, mi suegra, mi tía y prima vendrían a comer. Hace semanas decidí que quería hacer unos cupcakes (que gran sorpresa, ¿verdad?), pero no era cualquier cupcake, yo quería hacer Cubiletes con agua de rosas.

Así que hace unas semanas, caminando y comprando cosas de cocina con mi amiga Edith, vimos que Wilton iba a tener un curso de cubiletes esa semana y no podía haber caído en mejor ocasión. Iba a aprender nuevas técnicas para usar en mis maravillosos cubiletes con esencia de rosa para impresionar a mis invitadas. Para mi sorpresa, el curso era para decorar los cubiletes como CERDITOS y TORTOLITAS. Suspiro… Ya había pagado por el curso, así que lo cursé completo. Pero, aprendí a decorar con turrón en forma de rosa, con una punta 1M. ¡Eso sí me sirve!

El día de hornear los Cubiletes llegó. Me desperté más temprano de lo normal para empezar a hornear así tendría los cupcakes listos el Viernes en la mañana, y así me podría tomar mi tiempo para preparar el frosting y decorarlos. Estuve preparando los Cubiletes mientras preparaba desayuno, le daba desayuno a Kristen, el reloj del horno estaba a punto de sonar… ¡Los Cubiletes estaban casi listos! Mientras estaba repasando los pasos de la receta mentalmente para calcular los ingredientes suficientes para decorar 30 Cubiletes, me di cuenta que ¡NO LE AGREGUE MANTEQUILLA! Los cupcakes se miraban bien, pero tenían un sabor de huevos revueltos azucarados. Así que se fueron a la basura, no se los hubiera dado ni a mi perro.

Sin decir una palabra o pensar mucho acerca de lo ocurrido, lavé y limpié todo en la cocina para borrar evidencia del fiasco. Los hornearía de nuevo más tarde.

Teníamos planeado el lanzamiento de Foodies para esa tarde, así que Kitty vino para que pudiéramos trabajar en los últimos detalles y ayudarme en la cocina. También vino Edith y me trajo unos pensamientos orgánicos que había ordenado para decorar. Estos iban a ser el toque especial de mis Cubiletes.

Estaba empezando a preparar el frosting… una cobertura de merengue. El syrup de azúcar se cristalizó la primera vez. La volví a preparar y salió bien. La fuí agregando a las claras de huevo batidas, luego fui agregando la mantequilla… el “frosting” se miraba como masa de panqueques. Otro error.

Investigando, encontramos que tenía que usar mantequilla fría y firme, y no mantequilla a temperatura ambiente, lo cual no decía en la receta. Pensamos que colocando el frosting en la refri por un tiempo, estaría bien para poder mezclarlo luego en la batidora.

Mientras tanto, hice los Cubiletes de nuevo. Esta vez no olvidé la mantequilla.

La receta pedía harina pastelera y harina de todo uso, la primera era harina especializada que no conocíamos. Así que usé solo harina de todo uso, pues era lo que tenía; y en lugar de extracto de vainilla, lo reemplacé por el agua de rosas. ¿Qué podía salir mal? Pues les cuento: Llene los moldes de Cubiletes a ⅔, y los metí al horno. Los Cubiletes crecieron tanto que se desbordaron de los moldes, y se miraban como hongos grandes y planos. La consistencia de los Cubiletes estaba bien, un poco chiclosos arriba, pero igual tenía que cortarles los excesos, y el sabor estaba bien. El frosting era mi última esperanza.

A la mañana siguiente, el día de la reunión, decidí rellenar los cupcakes con un pudín de chocolate que tenía para mejorar el sabor. Cuando saqué el frosting de la refri, empecé a batirlo.

Se cuajó y parecían ser huevos revueltos. Esta fue la gota que derramó el vaso.

Así que aquí está la foto del pastel que terminé pidiendo a la pastelería. Lindo, ¿Verdad? Felíz Día de la Madre

Helga

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